En materia de intercambios comerciales con el mundo, Colombia es hoy lo mismo que era hace más de medio siglo. Nuestra economía sigue enfocada en la exportación de commodities como carbón, petróleo y sus derivados, entre otros productos de bajo valor agregado. Evidencia de esto es que en los últimos cinco años cerca de 50% de nuestra oferta exportadora ha provenido de fuentes minero energéticas. Adicionalmente, según información del Departamento Nacional de Planeación, alrededor de 50% de los flujos de inversión extranjera directa han estado dirigidos a profundizar las actividades de explotación primaria.
Por otra parte, los niveles de eficiencia en procesos como logística y trámites aduaneros para la exportación de bienes aún son muy bajos al compararnos con otras economías, especialmente las pertenecientes a la Ocde. Según el informe Doing Business del Banco Mundial, los costos totales por adelantar operaciones de comercio exterior en Colombia son en promedio 75% mayores frente a los de países Ocde, una problemática que, sumada a la alta concentración en el desarrollo del sector primario, nos ha impedido insertarnos de forma efectiva en las cadenas globales de valor.
En este sentido, tenemos la necesidad de buscar salidas efectivas que le permitan al aparato productivo nacional aumentar su diversificación y sofisticación, contexto en el que las oportunidades son muchas. Bien hace el plan de desarrollo planteado por el gobierno al enfocar algunas de sus líneas estratégicas en fortalecer el ecosistema de emprendimiento en el país, buscando que las nuevas empresas sean las protagonistas del desarrollo, mediante la creación de productos y servicios que nos permitan acceder a nuevos mercados y profundizar los ya existentes.
En efecto, la implementación de una estrategia de dinamización económica basada en el emprendimiento, haciendo énfasis en las industrias creativas y de base tecnológica, permitirá que el país finalmente pueda aprovechar los mercados internacionales y atraiga inversiones dirigidas a sectores con mayores niveles de sofisticación. En la medida en la que consigamos fortalecer la formación de empresas en etapas tempranas, la diversificación del aparato productivo y el aumento del valor agregado de la economía será una realidad.
Así mismo, lograr una simplificación efectiva de los trámites y regulaciones innecesarias es fundamental para apalancar el acceso a nuevos mercados por parte del sector privado. La continua automatización de los trámites de comercio exterior y la promoción de mecanismos para la facilitación del comercio, tal y como está planteado en el plan de desarrollo, deben ser objetivos fundamentales para la administración pública, pues solo así se lograrán cambios reales frente a las dinámicas de comercio exterior que han caracterizado al país a lo largo de su historia.
Finalmente, continuar con la profundización en los instrumentos de promoción a la inversión debe ser un pilar fundamental de la estrategia de aprovechamiento de acuerdos comerciales y formación empresarial. Mecanismos como las Zonas Francas, el programa de Regiones Estratégicas de Internacionalización Prioritaria y el Plan Vallejo, entre otros, representan un paquete de incentivos para la generación de nuevos encadenamientos productivos, la inversión en tecnología e innovación y la sofisticación de los bienes y servicios que ofrecemos en el mercado global.
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