Al mismo tiempo, equipos con cierta tradición como Olympique de Lyon y Valencia Fc han perdido fuerza financiera y por supuesto deportiva; se trata de los nuevos ricos del fútbol, como los identifica una publicidad de la Champions League, estos equipos en muy poco tiempo y gracias a inyecciones fabulosas de recursos empezaron a codearse con los más grandes a disputar y ganar campeonatos, inicialmente locales y en este momento van tras las copas europeas.
El fenómeno no es nuevo, en Colombia se vivió en la década de los ochenta donde equipos como Millonarios, América y Nacional fueron adquiridos por personas con ingentes cantidades de dinero que en muy poco tiempo llenaron los estadios de figuras de talla mundial, Gareca, Cabañas, Trobiani, Cueto y Larrosa, todos mundialistas, defendían equipos que poco tiempo antes contaban con jugadores de segundo nivel.
Adicional al tema de lavado de activos, que debe ser manejado como política estatal más que de organizaciones deportivas, la irrupción de estos importantes capitales tienen varios inconvenientes y dificultades para las ligas en las que sus equipos participan.
La llegada de estas personas al fútbol afecta de manera dramática el balance competitivo de las ligas, por una parte, logran conseguir jugadores hasta hace poco tiempo inalcanzables y sus equipos rápidamente pasan a ser de los primeros del torneo, por la otra, encarecen de tal forma el mercado que aquellas organizaciones juiciosas que desarrollan una política racional de fichajes o quedan rápidamente relegados pues sus mejores jugadores pasan a aquellos equipos que les pagan más o deben cambiar de estrategia y entrar en una espiral alcista de salarios y transferencias que no beneficia a nadie.
Varias organizaciones deportivas han planteado diferentes estrategias para reducir el impacto de estas grandes fortunas, establecer un tope salarial que permita generar cierta paridad entre los diferentes equipos, política utilizada en las ligas americanas de Básquet y Fútbol Americano que permite atenuar la voracidad de estos nuevos dueños o de aquellos equipos importantes situados en grandes ciudades; igualmente en Estados Unidos, el Béisbol profesional permite contratación ilimitada de estrellas pero al superar determinado monto en salarios exige el pago de un “impuesto al lujo” o más técnicamente “impuesto de balance competitivo” que representa un “castigo”, lógicamente en dinero, para aquellas franquicias gastadoras.
Clara muestra de este fenómeno es la nueva negociación de la liga inglesa de sus derechos de televisión que alcanzó la asombrosa suma de US$$7.800 millones, gracias, precisamente a la existencia de más de cinco equipos que al menos al principio del campeonato son serios candidatos a ser los mejores.
La Uefa desde hace un tiempo empezó a implementar el juego limpio financiero que tiene entre otros objetivos frenar el gasto descontrolado que estos nuevos ricos realizan, igualmente busca evitar clubes altamente endeudados que gracias a algunas concesiones estatales pueden gastar más en salarios.
Para lograr esto, se creó un sistema de licenciamiento en el cual se evalúa la salud financiera de los clubes, las deudas con jugadores, clubes y estado, se mira el ingreso de capital de manera cuidadosa siempre con el propósito de preservar el tan anhelado balance competitivo, aquellos equipos que no logran cumplir con determinados requisitos económicos son multados o excluidos de las competencias internacionales europeas.
La experiencia con estos nuevos ricos no ha sido la mejor; el Málaga hace tres años armó un equipo poderoso que fue desmantelado al poco tiempo después sin mayores explicaciones y sus principales jugadores transferidos. En Colombia por su parte generaron una cultura compleja que apenas ahora está desapareciendo del fútbol. Es preferible para un campeonato contar con diez equipos cuidadosos y no con dos que despilfarran recursos.
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