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OPINIÓN

Maquinarias oxidadas

15 de marzo de 2022

Carlos Suarez

CEO de Estrategia & Poder
Canal de noticias de Asuntos Legales

La maquinaria política de los partidos tradicionales perdió 14 cupos en el Senado y no fue capaz de endosar a sus candidatos en consultas presidenciales los votos que lograron llevar a boca de urna.

Desde la explosión de la democratización de la información, apalancada en el avance del mundo digital, hemos visto cómo, primero en las elecciones uninominales y ahora en las de corporaciones públicas, la vieja manera de hacer política de los políticos tradicionales cede terreno frente al voto libre del ciudadano.

Los partidos Centro Democrático y Cambio Radical perdieron cada uno cinco curules en el Senado y el nuevo Partido de Unión por la Gente, cuyas bases se apalancan en el antiguo Partido de la U, perdió cuatro senadores; Mira y Colombia Justa Libres aportaron, cada uno, un cupo a esa pérdida de curules.

Paradójicamente, los partidos más viejos y con más maquinaria, como son el Conservador (ganó dos curules más) y Liberal (una), fueron los únicos que tuvieron un saldo favorable en la composición de la política tradicional del Senado.

Algunas maquinarias icónicas, como la del “Gato Volador” del Partido Conservador, la de la Ñoñomania, en la U, o las de los Valencia Cossio, en el Centro Democrático, perecieron en la batalla.

Esas curules, cedidas por la política tradicional, serán llenadas por movimientos de centro izquierda como los de la Alianza Verde-Centro Esperanza y la izquierda radical del petrismo, que en conjunto aumentaron 13 escaños en el Senado (seis y siete, respectivamente).

Un asunto que no es menor y vale la pena analizar es que la clase política, teniendo la posibilidad de influir decisivamente en las consultas para elegir candidatos presidenciales y demostrar qué tan fuerte podría ser, con miras a negociar su aporte en la elección presidencial, perdió esa oportunidad.

Acudieron a las urnas 17,5 millones de ciudadanos a elegir Senado y Cámara, pero solo 11,7 millones de votos fueron depositados en las consultas; es decir, seis millones de quienes se movilizaron para elegir congresistas no marcaron ningún tarjetón para consulta presidencial.

El Partido Conservador, que se suponía era la máquina más aceitada de las que participaban en las consultas, no endosó ni una tercera parte de los votos que obtuvo para Senado; apenas 629.000 votos de los 2,2 millones del Conservador fueron para su joven candidato, David Barguil.

Otro tanto le ocurrió a Alex Char, quien, a pesar de ir por firmas, era la ficha de Cambio Radical en la consulta de Equipo por Colombia. El candidato barranquillero apenas logró 700.000 votos, de los casi 1,6 millones que obtuvo esa bancada al Senado. Una pérdida de casi un millón de votos: un endoso de menos de 50%.

Ni qué decir de Enrique Peñalosa; el Partido de la U alcanzó 1,5 millones de votos y él apenas obtuvo 230.000: menos de una cuarta parte de los obtenidos por el partido que lo avaló, luego de ser el único precandidato que fracasase en la obtención de firmas para poder competir.

Por el contrario, las coaliciones de la izquierda, consiguieron: en el caso del Pacto, doblar en votos a sus electores en Senado, 5,8 millones obtuvo la consulta y 2,3 su lista a Senado; y en el caso de la Esperanza, un nivel altísimo de endoso con 1,9 millones en Senado y 2,2 en la consulta.

Dicho lo anterior, la posibilidad de la maquinaria política de vender caro su apoyo en la elección presidencial se perdió porque se demostró que, ni siquiera cuando lleva al electorado a las urnas el día de su propia elección, puede convencerlo de endosar el voto para otro candidato previamente ungido por la máquina: el elector cada vez es más libre y vota por quien quiere.

Así las cosas, podemos decir que las maquinarias políticas están viejas, oxidadas y si no logran ponerse a tono con las realidades y exigencias de la política moderna, serán aplastadas electoralmente por un poder que viene en ascenso y por un electorado que ya no come cuento del tamal, la lechona, el puesto, el contrato e incluso de la compra venta del voto: que lo diga el gato que ya no vuela.

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