En el reciente evento organizado por la Aerocivil “Foro sector aéreo 2030 - ¿Hacia dónde debe ir la aviación en Colombia?” -gracias al cual, entre otros logros, se alcanzó el de realzar la importancia del transporte aéreo para el país, la cual venía tan socavada por la politiquería que se había entronizado en la entidad-, uno de los temas, junto con otros de no menor importancia como la competitividad, la infraestructura y la sostenibilidad, fue el de la conectividad aérea.
La conectividad se define por la Organización de la Aviación Civil Internacional como el movimiento de pasajeros, correo y carga, con el mínimo de puntos de tránsito, para que el viaje sea lo más corto, con la satisfacción óptima del usuario, al mejor precio posible.
Para Colombia, la conectividad es determinante en la integración de todo el territorio y de su población bajo el concepto de Nación, pues el aislamiento de muchas zonas ha sido uno de los factores que ha permitido que las actividades ilegales sean la única fuente de trabajo de sus habitantes, y que el poder del Estado sea ejercido por grupos, también ilegales. La conectividad aérea, ante el grave déficit de infraestructura en vías terrestres, se presenta en muchos casos como la única alternativa para evitar la incomunicación total. Seguramente así será todavía por muchos años.
La conectividad aérea debe mirarse desde distintos ángulos: el internacional, el nacional, y este último a su vez, desde las conexiones entre el aeropuerto Eldorado -el de mayor tráfico en el país- y otras ciudades capitales grandes e intermedias, entre esas ciudades, y finalmente entre los territorios y los centros urbanos. Las medidas de política pública que se adopten para mejorar la conectividad aérea, deben entonces tener distintos enfoques a partir de las diferencias en las necesidades de conectividad que se presentan en cada ciudad o región.
Bogotá requiere una propuesta distinta a la que exigen por ejemplo las Zonas más Afectadas por el Conflicto Armado -Zomac-, los municipios calificados por Naciones Unidas como los de más alto riesgo en el posconflicto, los municipios de las rutas sociales de la compañía Satena.
En el caso de Bogotá, la tarea más importante que se avecina para el gobierno, es evitar que la congestión del aeropuerto Eldorado llegue al punto de convertirse en el cuello de botella que impida el crecimiento del sector aéreo.
Esto, no solamente por el sector mismo que como se informa en el estudio “La importancia del Transporte Aéreo en Colombia” (Oxford Economics, 2016), fue en 2014, junto con sus actividades conexas y complementarias, fuente de 460.000 empleos directos e indirectos y se mantuvo en crecimiento entre 2010 y 2016, a una tasa promedio de 9,6%, mientras que la de la producción fue de 4,1%, sino además por el turismo que -según el Banco de la República- fue en 2017 el segundo generador de divisas para el país, por encima del café, las flores y el banano.
Para las Zomac, los municipios de la lista de la ONU y otros territorios, el reto en materia de conectividad aérea, es lograr las condiciones para que se facilite el acceso al mercado, y se puedan realizar las mejoras de infraestructura aeroportuaria que se requieren en algunos de los tantos aeródromos de propiedad de la Aerocivil o de los municipios. La Aerocivil y el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo deberán trabajar de la mano en el desarrollo del programa de “Turismo, paz y convivencia”.
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