Así las cosas, el segundo debate fue la extensión de las impresiones del primero. Con la plana completa de los candidatos, algunos obtuvieron un mejor registro mediático y otros, confirmaron su incomodidad en las lides electorales. Entonces, como en los cierres de la sección de deportes luego de presentar los resultados de la fecha del torneo de fútbol nacional, se expondrá lo bueno, lo malo y lo feo del primer debate, porque fue éste el que más ánimos despertó en la sociedad colombiana.
En términos técnicos y procedimentales, lo mejor fue el respeto por el tiempo. No es digno de un debate que cada quien asuma como propio el cronómetro. Tan importante es ello, que en un debate en Estados Unidos, entre George W. Bush y Al Gore, casi no se celebra de manera intempestiva, porque el desacuerdo entre las partes si el tiempo lo manejaba el moderador o las respectivas campañas.
Lo interesante. El tema de los escándalos marcó un tiempo justo por haber sido el tema inicial. Era obvio. Con el nivel de crispación y de atención mediática sobre la manipulación del video de denuncia de Semana y El Tiempo, los moderadores decidieron darle su lugar a ese asunto y, así lo despacharon al inicio y sin la saña que se esperaba.
Lo peor y lo más obvio: lo aburridos que fueron todos. Si se empieza por Pardo, los candidatos salieron tan precavidos que disimulaban sus nervios en frases de cajón y etiquetas electoreras que los hicieron patinar en más de una vez. Si no, cabe recordar la reducción del renglón de educación por Marta Lucía Ramírez en las respuestas rápidas.
No obstante, lo o (la) mejor de las opciones fue Marta Lucía Ramírez. Tuvo una actitud sobria, concreta y clara. Al obviar sus defectos, se mostró agradable en su expresión y, demostró conocimiento y preparación. Tenía la plena conciencia de para qué era el debate. Su actitud de concordia y prudencia solidificaron sus críticas y argumentos. Salió fortalecida y, por eso tuvo el despeño que tuvo.
El peor de los candidatos: Peñalosa. Como siempre validó que su peor enemigo en política, es él mismo. Mientras que Santos, Zuluaga y López como era de esperarse: ‘ni fu, ni fa’. Se hundieron en una maraña de acusaciones y excusas, los primeros, que desaprovecharon la oportunidad de cautivar con sus ideas. Mientras que Clara López aun no entiende que el lastre de su partido la va a acompañar toda la vida. Intentó desmarcarse de los ilícitos del Polo, pero no le bastó. Ser continuadora de la labor de Samuel Moreno, pesa. Y, en elecciones más.
Por lo pronto, con todo y debates, ya está definida la segunda vuelta. Los colombianos tendrán que votar (porque en efecto lo hacen, así eso les lacere la inteligencia suprema a algunos de nuestros bastiones intelectuales nacionales) por un par de opciones que sintetizan dos modelos país similares. Pero que en la práctica tienen divergencias absolutas y definitivas. Esperar si son las más apropiadas para los desafíos de Colombia.
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