Es común que se hable del “activismo de los accionistas” en EE.UU., en un contexto de sociedades abiertas, en donde, inclusive, tienen que armar y preparar el Formulario 13F que da información sobre distintos puntos para evaluar qué tanta “guerra de poder” puede haber.
Ahora, imagínese cómo es el ambiente en una sociedad cerrada, donde es usual que los accionistas se conozcan, tengan – o hayan tenido – relativa cercanía. Es más, saben dónde viven. Ahora sitúelo en Colombia.
Nos pusimos en la tarea de profundizar sobre el 13F, y quisimos traer algunas “alertas” para tomarle el pulso a los conflictos societarios de sociedades cerradas, en Colombia (esto es un trasplante de riñón poniendo un pulmón, pero lo intentamos…).
Primera alerta: formación de grupos de accionistas aliados. El tema no es que los accionistas se alíen. De hecho, en las sociedades cerradas es lo que ocurre. El problema es cuando se arman bloques o bandos o, inclusive, se van cambiando las “alianzas”. En el fondo, es el riesgo de traición lo que sale a flote, y ese es un medidor de tensión.
Entonces, el pulso se acelera cuando se empiezan a ver conductas que lleven a pensar que alguien o “álguienes” muestran patrones de concentración de poder, o se empieza a ver que un accionista recibe poderes de sus aliados, o hasta que hay un bloque de accionistas que sale de paseo y al otro bloque no lo invitan (reuniones informales frecuentes), o hay intercambio inusual de información o se empiezan a visualizar tensiones solo en la comunicación.
Segunda alerta: la “bipolaridad asambleística”. Está claro que este artículo puede ser un atropello al castellano (menos mal no es un artículo académico), pero es que también puede pasar que el comportamiento en privado es uno, pero en asamblea, otro. ¿Será que están tratando de jugar al policía bueno y al policía malo? ¿Está cambiando algo dentro de la asamblea de la sociedad?
Entonces, esta “bipolaridad” podría notarse más cuando hay un incremento en la oposición a decisiones o personas, solicitud intensa de información, alto cuestionamiento a la administración, muchos cambios en la estructura corporativa, creación “masiva” de comités, asambleas más confrontativas y, obviamente, formación de bloques de votos. El más grave síntoma: modificaciones estatutarias cambiando derechos de voto.
Tercera alerta: derechos de inspección “hostiles”. Esto me recuerda a mi madre: “es el tonito, Diego Felipe” (sí, ese es mi segundo nombre, y ahora es público). En el tono se toma el pulso de las solicitudes.
Cuando se empieza a indagar sobre los movimientos financieros, o se piden auditorías especiales (sí, en ejercicio del derecho de inspección… pasa mucho), o se desconfía del proyecto de distribución de utilidades, o se desconfía de la contabilidad o, inclusive, se verifica más intensamente los libros (actas y accionistas), es algo que se está cocinando. Son síntomas, no enfermedades.
Cuarta alerta: intensificación de la consultoría legal. Cuando se le empieza a “poner abogado” al asunto, es que ya no estamos ante un síntoma, sino que el pulso va a estallar. Y no es que los abogados seamos – siempre – un mal síntoma, pero si hay aviso de conflicto societario, y entra un abogado...
Quinta alerta: intervención a la administración. Como señal de “activismo” está el accionista con iniciativa que quiere intervenir mucho en la administración, que cuestiona decisiones operativas, propone cambios gerenciales, interviene en relaciones comerciales, entre otras. ¿Administrador de hecho?...
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