Debido al gran debate ocasionado por los vaporizadores en el mundo y por los casos en Estados Unidos, las posturas en Colombia se han radicalizado hasta el punto de dejar de lado otras voces informadas, como son las de autoridades médicas que apoyan el uso de estos dispositivos como herramienta de reducción del riesgo. También desconocen los usuarios que han dejado de fumar gracias al uso de estos dispositivos.
La falta de información clara y suficiente sobre los distintos tipos de producto, así como sus usos y sus riesgos, confunde a la opinión pública y genera discusiones que nos alejan de los debates de salud pública y libertades que deberíamos estar dando. No podemos generalizar y mucho menos simplificar el problema afirmando que los vaporizadores son iguales o peores que el cigarrillo.
Los productos de vapeo llevan más de 15 años en el mercado, demostrando gran efectividad en la sustitución y abandono del tabaquismo, gracias a que satisfacen las necesidades de los fumadores mayores de edad que tienen una dependencia a la nicotina, pero sin los riesgos asociados a la combustión.
Los vaporizadores no contienen tabaco, no contienen alquitrán ni monóxido de carbono (componentes más dañinos de los cigarrillos tradicionales) ni generan combustión como los cigarrillos tradicionales, por lo que equipararlos al tabaco es totalmente erróneo. Es tal la diferencia de los productos de vapeo con los cigarrillos de combustión, que el Public Health of England, órgano de salud de Inglaterra, ha dicho que son 95% menos riesgoso en comparación con el tabaco combustible.
Así mismo, países como el Reino Unido han permitido y regulado la utilización de los vaporizadores como una política pública de reducción de riesgo y como método de disminución del consumo de tabaco. Ha sido tal la su eficacia, que de acuerdo con el informe sobre el “Uso de Cigarrillos electrónicos entre adultos en Gran Bretaña, 2019” de la organización Action on Smoking and Health (ASH) del Reino Unido, un estimado de 3,6 millones de adultos en Gran Bretaña usan vaporizadores, y de ese total, más de la mitad han logrado dejar de fumar por completo con el uso de estos dispositivos.
En palabras de Nancy Rigotti, directora del Centro de Investigación y Tratamiento del Tabaco del Hospital General de Massachusetts “no hay evidencia de que vapear sea dañino para alguien que está tratando de dejar de fumar cigarrillos normales cambiando al vapeo”. Adicionalmente, el profesor Carl V. Phillips, Dr. Políticas Públicas de la Universidad de Harvard menciona que, “millones de fumadores han dejado de fumar cambiando al cigarrillo electrónico. Esta es la prueba perfecta de que funciona como ayuda para dejar de fumar y como una herramienta de reducción del daño del tabaco”.
Dada la evidencia sobre el uso de cigarrillos electrónicos, aproximadamente más de 200 estudios realizados por prestigiosas universidades y centros de estudio alrededor del mundo ¿por qué la comunidad científica y legisladores en Colombia desconocen la verdad que hay detrás del vapeo y quieren optar por medidas simplistas que equiparan a los vaporizadores al tabaco?
Es posible que debido a la lucha que se ha tenido contra el tabaco, se haya creado tácitamente una aversión y rechazo con todo lo que erróneamente se vincula con fumar, incluso, con los vaporizadores, aun cuando estos no contienen tabaco, y no generan las 4.000 sustancias nocivas presentes en el humo. Entonces, por qué no apoyar la reducción del daño con el uso de vaporizadores que han demostrado ser una alternativa exitosa para más de 42 millones de personas alrededor del mundo quienes han logrado salir del tabaquismo.
Desde Asovape apoyamos toda iniciativa regulatoria encaminada a prohibir la venta de los vaporizadores a menores de edad y su venta informal, así como una reglamentación rigurosa sobre la calidad y seguridad de los dispositivos y su contenido, pero no estamos de acuerdo en que se envíe un mensaje equivocado a los fumadores adultos que ven en estos una opción menos riesgosa para dejar de fumar.
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