Colombia ha forjado una clase empresarial resiliente y pujante con la capacidad para adaptarse frente a situaciones adversas. Sin duda un rasgo que han tenido que desarrollar los empresarios por los continuos obstáculos a los que se han tenido que enfrentar. A mucho orgullo, Colombia ha originado un número importante y creciente de multilatinas de gran reconocimiento y prestigio en la región. Así mismo, vemos con optimismo cómo empresas de menor tamaño, tanto existentes como emergentes, con ideas innovadoras y planes ambiciosos, han sido acogidas por inversionistas de riesgo. A pesar de los desafíos históricos recurrentes, la empresa colombiana ha logrado trascender.
Los buenos resultados económicos acumulados de los últimos quince años han sido polo de atracción de inversionistas estratégicos y de capital. El ingreso de inversionistas extranjeros en volúmenes altos ha incrementado la competencia, obligando a los participantes del mercado a reinventarse, ser más eficientes e innovadores y ofrecer mejor servicio a sus consumidores. Igualmente, esto ha permitido el crecimiento y potenciación de empresas existentes, así como de nuevos emprendimientos.
Lo anterior ha llevado a empresas en el mercado colombiano a considerar estrategias que posiblemente no estaban en sus planes años atrás. Por ejemplo, invitar a un fondo de capital privado a invertir para capitalizar y crecer, expandirse a nivel nacional o regional a través de adquisiciones de compañías, o desinvertir en líneas de negocio no estratégicas para restructurar el foco empresarial.
Estrategias como las anteriores se materializan a través de operaciones jurídicas que en general se han denominado como fusiones y adquisiciones. Si bien éstas son una herramienta que ha estado disponible a favor de los empresarios desde tiempo atrás, históricamente no fue utilizada sino por un grupo limitado de compañías de mayor tamaño.
Hoy en día, vemos que las operaciones de fusiones y adquisiciones están en el radar de una amplia y creciente gama de compañías pertenecientes a distintas industrias y con variados tamaños. Empresarios que antes no consideraban las fusiones y adquisiciones como parte de sus alternativas, ahora empiezan a hacerlo por distintas razones, tales como una mayor familiaridad con este tipo de operaciones, la presión competitiva, la disponibilidad de capital por parte de nuevos inversionistas, una mayor tolerancia al riesgo, etc.
Así, cada día las fusiones y adquisiciones se convierten en una herramienta utilizada con mayor frecuencia para que las compañías implementen ciertos tipos de estrategias. Empieza a existir una “cultura transaccional” más desarrollada, en la cual diferentes actores, como empresarios, reguladores, inversionistas, bancos o asesores financieros, legales y contables, se familiarizan con nuevos movimientos empresariales. Ello ha llevado a que las compañías desarrollen un diálogo más cercano con asesores financieros, posibles inversionistas y asesores legales acerca del tema. En comparación con otros países de la región, en volumen transaccional anual Colombia aún se encuentra algo rezagado, pero con una tendencia general alcista.
Si bien la empresa en Colombia sigue enfrentándose a desafíos de orden político y social, el desarrollo económico en Colombia ha permitido desencadenar nuevas alternativas estratégicas de crecimiento para compañías de todos los tamaños. Existe mayor dinamismo del capital en Colombia, en donde las buenas ideas de empresas existentes y emergentes tienen a su disposición herramientas para capitalizarse y crecer. Estos incentivos serán sin duda un gran motor de desarrollo y empleo para el país.
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