Leía por redes sociales que varias voces llaman a la reactivación del consumo, a incentivar el gasto de los hogares y a que se aproveche la época decembrina para comprar, sin IVA pero al debe y local; y como no, ir de vacaciones, viajar, hacer turismo. Y me pregunté ¿con qué?
A su vez, ríos de tinta corren sobre el paupérrimo aumento del salario mínimo para 2021 y explican cómo, ante la prórroga de la emergencia sanitaria hasta el 28 de febrero del próximo año, se mantendrán vigentes medidas transitorias como el retiro anticipado de cesantías por disminución del ingreso en pandemia. Y me pregunté ¿con qué?
Pasados ya 10 meses de la llegada del covid -19 al país y de gravísima contracción económica, la realidad de estas navidades es que el país quedó corto en recursos y sin resiliencia para enfrentar la crisis. Como siempre, se dilatan las medidas temporales para dejarlas con vocación de permanencia, no se ven acciones de choque y mientras tanto se proponen reformas tributarias y laborales que algunos tildan de absurdas y otros dicen, se presentan como radicales, para al final convencernos que el resultado fue menos peor que la propuesta inicial.
Lo cierto es que en la actual situación estamos andando sin brújula, desorientados y haciendo lo posible por no ir a la quiebra o al suicidio en medio de la crisis que día a día se ahonda y para la cual no hay manual.
No hay perspectiva para la creación de empleo de calidad e irónicamente continuamos midiendo “ocupados” para determinar las cifras de “desempleo”. Conviene entonces detenerse un momento y repensar el rumbo para comprender que Colombia no es un país que responde a las teorías de los libros y que sus rasgos más predominantes son la desconfianza y la informalidad y nos están pasando factura.
Camilo Herrera Mora en su libro Formalmente Informales aborda este tema y válidamente cuestiona el rol del Estado cuando se pregunta “Si una persona no confía en el Estado ¿porqué va ha pagar impuestos?” y cita un trino de 2018 en el que dice: “La costumbre hace la ley; El lío es cuando la costumbre es incumplir la ley”; y concluye que esto nos pasa porque siempre nos roban, siempre nos defraudan y nuestro lema “el vivo vive del bobo” es muestra de que estamos en la búsqueda de sobrevivir.
Claramente estas conclusiones no le hacen justicia al ensayo de Camilo Herrera (se los recomiendo) pero si invitan a cuestionar lo andado. Tal vez el camino no es cambiar ni hacer más leyes, sino tal vez, construir y buscar eso de lo que carecemos, verdadera confianza y solidaridad.
De nada nos van a servir las reformas de jornada por horas, la implementación de los BEPS, el discurso del trabajo formal y la importancia de la seguridad social ni la reforma tributaria; tampoco la autorización para sacar cesantías de manera anticipada si no habrá cesantías que se puedan retirar, si en últimas vamos a continuar haciendo lo que mejor hacemos, incumpliendo las normas para asegurar la individualidad sobre la colectividad, rebuscarnos el día a día, pues solo hay certeza en lo que individualmente cada cual puede hacer.
El empresario no puede reiniciarse pagando impuestos que no le representan retorno y sin consumo, no hay consumo sin recursos y recursos no es pagar a crédito los impuestos y la seguridad social. El trabajador, no puede seguir al debe necesita estabilidad, la garantía del ingreso. Que la creatividad no se nos quede corta, que logremos equilibrar estas necesidades será que ¿es momento de confiar?
Pese al negro panorama, augurarnos un próspero año nuevo y para todos, feliz navidad.
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