La soberanía energética constituye uno de los pilares de la transición energética. El mundo busca integrar nuevas tecnologías y fuentes energéticas a sus matrices para cumplir los objetivos de la descarbonización, y no depender de una sola fuente energética a través de la diversificación. El hidrógeno, el sol, el viento, y otras renovables siguen en boga; mientras estas se viabilizan, el gas natural ha sido declarado el combustible fósil de la transición por sus bondades energéticas y medioambientales en comparación con otros fósiles. Sin embargo, bajo la bandera del cambio climático, en Colombia las señales de política energética niegan la posibilidad de explorar el potencial gasista del país, aunque sí se aplaude su importación desde Venezuela. Si Colombia cuenta con importantes reservas de gas ¿por qué no explotamos y producimos lo propio?
Rusia es el país con las mayores reservas de gas natural del mundo. Por su ubicación geográfica hasta hace poco abastecía aproximadamente el 40% de la demanda de gas europea. Sin embargo, las circunstancias del conflicto no solo llevaron a Europa a disminuir las importaciones de gas a título de sanción, sino a ser consciente de los efectos negativos de depender de una sola fuente energética y de un solo país para abastecerse.
En Colombia, la política para la masificación del gas natural iniciada en los 80 ha llevado a que, según el último reporte disponible, al 30 de septiembre pasado haya un total de 11.372.504 usuarios del servicio de gas natural, tanto residenciales como comerciales e industriales. Los usuarios residenciales tienen una participación del 98%, lo que se traduce en que más de 36 millones de personas en Colombia tienen acceso a este energético en sus casas; aproximadamente el 67% de la población.
Desde inicios de los 2000 se evidenció que las reservas de gas natural no serían suficientes en el mediano plazo para atender la creciente demanda. Así, en el año 2010 Colombia promovió la producción nacional de gas natural, y la importación del energético en estado líquido (GNL). Lo primero, porque los expertos afirman que el terreno colombiano cuenta con importantes reservas no aprovechadas todavía, que podrían convertirlo en un importante jugador del mercado internacional del gas natural (como Rusia). Y lo segundo, porque, mientras se materializan esas reservas, la importación permite el respaldo en el mediano plazo.
Esa política llevó a adjudicar nuevas áreas para buscar y extraer hidrocarburos, y a la puesta en operación de la única terminal de importación de gas en Cartagena, que abastece de manera exclusiva a 3 generadores térmicos para respaldar la energía en firme a su cargo. También se discutió la conveniencia de viabilizar otra infraestructura de importación en el Pacífico para abastecer a la demanda nacional, “necesaria” para atender el desabastecimiento desde el 2024, pero el proceso de selección del inversionista a cargo del proyecto se declaró desierto.
Colombia está acostumbrada a abastecerse de su propio gas y excepcionalmente de GNL importado. Pese a esto, se anunció una posible alianza entre Ecopetrol y PDVSA para la explotación de hidrocarburos en el terreno venezolano, y la posible importación de gas hacia Colombia. Sí, Venezuela tiene las más importantes reservas en el mundo, pero PDVSA desde el año 2010 por razones operativas, comerciales y políticas disminuyó su producción, la capacidad de su infraestructura, y su talento humano. ¿Es el socio que nos conviene?
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