El fútbol es un excelente negocio; a pesar de lo que nos intentaron hacer creer hace algunos días con las críticas a la Super Liga europea donde, según los detractores, el fútbol está, o debería estar alejado de los negocios y del “sucio” dinero. No conozco otra actividad que ofrezca tan buen retorno a una inversión. El sistema de trasferencias desarrollado por Fifa permite que la “venta” de un jugador se convierta en un negocio extraordinario con poca inversión.
La situación es sencilla, un muchacho de 15 años, con grandes capacidades llega a un club que le firma un contrato de trabajo a tres años con una remuneración del salario mínimo, al cabo de dos años lo renuevan con un salario de, digamos, cinco millones de pesos. Al cabo de cinco años por este jugador, en salarios, el club se ha gastado poco más de $200 millones, que en dólares no son más de 60.000. Si el jugador es medianamente bueno se transfiere por más de 5 millones de euros. El negocio es descomunal.
Fifa se inventó un sistema de transferencias que permite estos negocios, esos esquemas son implementados a nivel nacional gracias a los reglamentos de las federaciones locales que más o menos copian lo dispuesto por Fifa. En el fútbol una transferencia chica puede ser de US$5 o US$6 millones. Con esto, se podría decir que los equipos de fútbol, a nivel mundial no deberían tener problemas. La realidad es bien diferente, aún sin pandemia, clubes con sumas importantes en transferencias tiene grandes inconvenientes financieros.
En Colombia la situación es dramática, estadios cerrados, poca televisión, patrocinios congelados y ahora una situación de orden público que obliga a los equipos a mendigar estadios en cualquier ciudad que tenga condiciones sanitarias o de seguridad diferentes a las ofrecidas por nuestras autoridades.
Con esa fuente de recursos futuros, incierta pero atrayente, se deberían poder buscar alternativas donde personas interesadas en participar en este esquema, asuman los riesgos propios del fútbol y esperen los retornos indicados. Una persona que conozca el medio podría invertir una cantidad importante de dinero para formar jugadores, transferirlos y recibir las utilidades de este negocio. Pues bien, este esquema no es posible. Los reglamentos, que están diseñados para producir muchísimo dinero, prácticamente de la nada, no le permiten a un tercero invertir para mejorar el fútbol y, por supuesto, recibir una utilidad.
Los clubes en Colombia languidecen y esperan que llegue algo de derechos de televisión o patrocinador, que saben de antemano que es insuficiente para cubrir sus gastos, y sobre todo los salarios de sus jugadores. Tienen claro que, si “venden” un jugador al semestre, por 2 o 3 millones de euros estarían tranquilos, pero no tienen la capacidad económica de hacerlo. Este círculo vicioso es terriblemente complicado y no se le ve salida a corto plazo. Personas con dinero no pueden ayudar a los clubes, pues los clubes no pueden ofrecer parte de los rendimientos futuros de los jugadores formados con el dinero que recibirían. Es el momento de crear esquemas inteligentes que le permitan a los clubes sobrevivir en estos momentos de pandemia y que le ofrezcan a inversionistas la posibilidad de participar en negocios del fútbol con rentabilidades aceptables al nivel de riesgo que esta actividad tiene. Espero que aparezcan personas inteligentes que conozcan la actividad y reglamentación para diseñar modelos exitosos que mejoren el fútbol.
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