Según LAVCA, de 2021 a 2022, las inversiones de equity en startups se redujeron a la mitad, pasando de 16 billones de dólares a 8. Esto demuestra una reducción de liquidez en el mercado de capital de riesgo suponiendo un reto para las startups quienes se han visto obligadas a buscar otras alternativas de financiación.
En contraste, el primer trimestre de 2023 representó un récord histórico en montos de financiación de startups con deuda, alcanzando 1.3 billones de dólares. Estas cifras hacen evidente una nueva tendencia para el entorno startup; es más atractivo optar por deuda como fuente de financiación que recibir inversiones en equity. Habitualmente, los emprendedores han sido reacios a endeudarse por diversos factores, entre otros, el desconocimiento de las financiaciones corporativas y los eventuales impactos que el endeudamiento tendría frente a la valoración del negocio, ello sumado al hecho de que el flujo de caja y los activos de estas empresas por lo general son muy prematuros para que las instituciones se atrevan a otorgar préstamos.
En este sentido, optar por deuda como mecanismo de financiación puede significar para las startups: (i) que los fundadores conserven sus participaciones en el capital social de la compañía, (ii) un apalancamiento adecuado para impulsar el crecimiento de la empresa, (iii) beneficios tributarios por pagar intereses financieros, y (iv) contratos de crédito que incluyen obligaciones relacionadas con el cumplimiento de ratios y la entrega de información financiera que obligan a los emprendedores a ser más responsables con el manejo de sus finanzas, entre otras.
Por lo tanto, este cambio no solo es positivo para el emprendedor, brindándole otras alternativas que se pueden ajustar mejor a los requerimientos de su empresa y a la situación de mercado actual, sino que también dinamiza el sector, presionando a los fondos tradicionales a ofrecer términos de inversión más beneficiosos para las startups.
No obstante, esta nueva dinámica supone retos para diferentes actores del sistema, como son los bancos, los fondos y sus asesores legales y financieros. Los bancos comerciales, bien sea con sus alternativas de crédito tradicionales o con el diseño de nuevos productos especialmente dirigidos a este tipo de clientes, deberán adecuarse a estas empresas nacientes. La inestabilidad de sus ingresos, la incertidumbre sobre el rumbo del negocio, los pocos activos y el corto historial crediticio de las startups obliga a los bancos a ofrecer productos más flexibles que prevean el alto riesgo que puede representar financiar una empresa de este tipo. Además de flexibilizar la banca tradicional esto sería un incentivo para que los fondos de capital de riesgo exploren cada vez más la deuda como instrumento financiero.
Por último, el reto para los abogados, es pensar por fuera de lo convencional para proponer, negociar y redactar contratos que se adapten a estas nuevas formas de negocio y permitan encontrar un punto medio que funcione para los emprendedores y para la banca tradicional. Por lo tanto, la tarea es evitar replicar las mismas cláusulas y los mismos métodos que funcionan para las grandes empresas consolidadas.
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