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Legislación

Debates de la presidencia en Colombia y el papel que tendrá la democracia digital

La tecnología digital puede tener el potencial de cambiar la dinámica, el efecto y la trascendencia de los debates presidenciales

14 de febrero de 2022

Guillermo Franco

gg.franco.periodismo.digital@gmail.com

Colprensa
Canal de noticias de Asuntos Legales

Los dos primeros debates con pre y candidatos presidenciales de este año, el de Semana-El Tiempo y el de Prisa Media, dejaron un balance digital perfecto: lleno de unos y ceros, pero que en el mundo estudiantil podría equivaler a una ‘rajada’.

Y es que lo digital quedó reducido a un nuevo canal de distribución de contenido, no a un recurso para facilitar la participación e interacción o el diálogo con los ciudadanos, potenciales electores, entre otras posibilidades.

Esto con el agravante de que los promotores de los debates hicieron gala de la exageración de sus audiencias.

“Tenemos en Comscore 26 millones de Usuarios Únicos digitales; y, si juntamos las cuentas de El Tiempo y de Semana en Facebook, tenemos en este momento 11 millones de personas conectadas a este debate”, dijo Andrés Mompotes, el director de El Tiempo, luego de que Vicky Dávila, directora de Semana, le solicitara mencionar el alcance.

Cualquier experto controvertiría la suma lineal de los datos de Comscore, que es la medición de audiencias digitales que usan algunos anunciantes para hacer su inversión publicitaria.

Respecto a los datos de Facebook: que un medio tenga cierto número de seguidores no significa que todos ellos reciban simultáneamente sus contenidos. De hecho, el modelo de negocio de Facebook está basado en que el algoritmo deja ver los contenidos solo a una fracción de ellos; si se quiere aumentar esa audiencia, hay que pagarle para que, usando palabras de expertos, “aumente el alcance”.

Adicionalmente, aquellos que fueron expuestos al contenido no necesariamente interactuaron con él.

Tan cierto será esto que cuando el debate había avanzado, la misma directora de Semana aterrizó las cifras de audiencia: “Les quiero contar que hemos tenido alrededor de 65 mil personas conectadas en todas nuestras plataformas de la gran alianza digital de Semana y El Tiempo”, dijo Dávila.

Luego: “Me acaban de pasar el último dato: 74 mil personas conectadas en este momento con este gran debate de la gran alianza digital…”, agregó Dávila.

65 mil y 74 mil es muy diferente a 26 y 11 millones. Incluso si se suman las visualizaciones del video del debate en YouTube (que son posteriores a él) al momento de escribir estas líneas, 683.408 en el canal de El Tiempo y 532.280 en el de Semana, y se agregan las visualizaciones de pedazos del video, el resultado está muy, muy lejos de los 26 millones y 11 millones anunciados inicialmente.

El dato de las visualizaciones también habría que mirarlo con lupa. Estas se cuentan a partir de los primeros segundos. Así el usuario dure solo 10 y se vaya, esto cuenta como visualización. Asumir que cada visualización es un espectador tampoco es del todo cierto. Los datos de tiempo viendo el debate los conoce solo el propietario del canal en YouTube.

El debate de Prisa Media, que no se presentó como uno con énfasis exclusivo en medios digitales, también entregó cifras que merecen ser verificadas con mediciones de radio.

“Quiero saludar a los 10 millones de colombianos que nos siguen a través de los medios de Prisa Media y a las personas que nos están viendo a través de nuestras plataformas digitales…”, dijo Roberto Pombo, ex director de El Tiempo, quien moderó el debate.

Prisa Media encadenó sus emisoras, Caracol Radio, W Radio, Tropicana, Bésame Radio, Oxígeno, Radioactiva y Los40, así como Radio Santa Fe y Q’hubo Radio y el sitio web de El País de España.

Nuevamente: que sumadas sus audiencias potenciales sean 10 millones de personas no significa que se haya llegado a todas ellas.

Otra cuota de realismo la transmitió Pombo cuando informó que había 120 mil personas conectadas a sus plataformas digitales, una cifra mínima si se usaran los números de Comscore y seguidores en Facebook de la forma en que lo hicieron Dávila y Mompotes.

Pero la exageración, que es propia del lenguaje promocional, es un aspecto menor, comparado con otros, que no tienen relación exclusiva con la tecnología digital, pero que sí pueden ser impactados -positivamente- por ella, y que valdría la pena que los medios, en general, tomaran en cuenta para mejorar los próximos debates.

Para ello vale la pena apoyarse en la experiencia de Estados Unidos, donde los debates están a cargo de la llamada Comisión de Debates Presidenciales, una organización privada no partidista, que funciona desde 1988, y no de ningún medio en particular.

Esto no sin antes plantear que, en determinada fase de la campaña, es un absurdo seguir haciendo tantos debates por medios individuales o pequeñas (mezquinas) alianzas que solo van a conducir al cansancio y la saturación de los ciudadanos.

Por vez primera los medios deberían entender que hay un objetivo superior a la promoción de sus marcas individuales: la democracia y su preservación.

Así como la tecnología digital debería ser de acceso universal, lo deberían ser los contenidos que contribuyan a que la ciudadanía tome una decisión informada.

Esto, en términos prácticos, debería conducir a realizar debates conjuntos, sin restricciones en la utilización de los contenidos, con absurdas advertencias de derechos de autor.

En los casos de sitios con muro de pago, como Semana, El Tiempo, El Espectador, El País, esta iniciativa, así mismo, se debería plasmar en acceso libre a los contenidos electorales diferentes a los debates, de una forma parecida a lo que hizo ‘The New York Times’ con los contenidos sobre la pandemia.

Que no existan restricciones de derechos de autor no significa que no se den los créditos correspondientes.

La idea de la transmisión y uso abierto se ha planteado repetidamente en otras latitudes.

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El Centro de Políticas Públicas de Annenberg, de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, planteó, por ejemplo, como una de sus recomendaciones para aumentar la calidad y la relevancia de los debates presidenciales “la transmisión abierta a todos los medios”.

Su argumentación: “Un debate que no tiene la marca de una cadena (medio) importante podría allanar el camino para una audiencia más amplia a través de los medios digitales y de transmisión, especialmente si todos los ángulos de la cámara se utilizan para transmitir libremente el contenido a cualquier persona, para cualquier uso”.

“El objetivo allí es aumentar la probabilidad de que las personas que normalmente no miran la cadena (medio)… se sientan cómodas con el debate. Pero también para que las redes sociales puedan innovar”, dijo uno de los coautores del trabajo.

Papel del moderador

En un análisis posterior al debate de Prisa Media, el abogado Ramiro Bejarano exaltó el buen desempeño de Pombo como moderador por, supuestamente, ser ‘un contradictor imparcial’. “Roberto lo hizo bien porque el momento en el que tenía que intervenir hacía ver a los candidatos puntos de vista diferentes. Cuando el moderador interviene y hace preguntas… facilita mucho más a la gente comprender el argumento… del expositor”.

Bejarano contrastó el supuesto acierto de este moderador criticando a los del debate de Semana y El Tiempo, Dávila y Mompotes, donde, según él, el director de El Tiempo se limitó a dar la palabra a ‘fulano’ y ‘mengano’.

Revisando los videos de los dos debates, claramente, el de Prisa Media fue más fluido, en parte por la forma en que Pombo presentó los temas e hizo ciertas transiciones (en realidad, solo una), donde capitalizó lo que decían los candidatos (pasar de la respuesta de cómo generar empleo al cambio o ajuste del modelo económico), y en parte también por el reducido número de participantes, los eventuales ganadores de las consultas de la Colombia Humana, Gustavo Petro; la coalición Equipo por Colombia, Federico Gutiérrez; y la Coalición Centro Esperanza, Sergio Fajardo.

Pero el papel de Pombo distó mucho de ser el de contradictor imparcial que vio Bejarano. De hecho, no fue contradictor -y esto hay que enfatizarlo- porque no necesariamente ha debido serlo.

Pombo, por ejemplo, no contradijo ninguna de las polémicas afirmaciones de Petro, como aquellas sobre la transición energética y su plazo de 12 años, y su intención de suspender la exploración petrolera, y las expectativas de reemplazar los ingresos petroleros con el incremento de turistas de 4 a 12 millones (una cifra que parece sacada del sombrero).

Tampoco apretó a los candidatos para dar respuesta a lo que le estaba diciendo “la gente” (primera mención de alguien externo, que podría ser mayor con la tecnología digital): “me están diciendo: ‘¿no se va a meter con el tema de Hidroituango?; ¿no se va a meter con el tema del alcalde de Medellín y su revocatoria?; ¿no se va a meter con la cercanía de algunos de los candidatos que están acá con el grupo de empresarios antioqueños?; ¿no se va a meter con las insinuaciones que hay sobre la cercanía de Gustavo Petro con Gilinski?’”. Ninguno de ellos se refirió a los temas.

La misma observación vale para los moderadores del debate de Semana-El Tiempo, que tuvieron la desventaja del número de precandidatos y candidatos participantes, ¡10!: no necesariamente su función era la de ser contradictores.

Y es que, probablemente, la función de contradecir le corresponde en primera instancia a los candidatos, quienes son los verdaderos protagonistas, no al moderador, quien debe tener, dicen algunos, un perfil relativamente bajo.

Y en el debate de Semana-El Tiempo muchos de ellos se quedaron cortos para contradecir y cuestionar; por ejemplo, Juan Manuel Galán, candidato del Nuevo Liberalismo, quien le dijo a Petro que se había ‘desfigurado’ políticamente, y para demostrarlo citó ejemplos de decisiones como la de declarar ‘aborto cero’ “para ganarse los votos de un pastor extremo del cristianismo”, o rodearse de personajes cuestionables con el mismo propósito, como Julián Bedoya, “que hizo fraude… para conseguir sus títulos universitarios”; y Luis Pérez, “que participó en una de las operaciones más dramáticas, violentas y terribles que ha sufrido el departamento de Antioquia” (La llamada Operación Orión para ‘pacificar’ la Comuna 13, que dejó decenas de muertos y violaciones de derechos humanos).

Petro no respondió a ninguna de las acusaciones y se salió por la tangente hablando de los aciertos en la conformación de sus listas. Y Galán no lo apretó. Con menos candidatos, probablemente, los moderadores han podido exigir respuestas.

En el debate de Prisa Media la función de contradictor la asumió Federico Gutiérrez, que se concentró en lo que decía Petro, no solo en temas como la transición energética, sino, entre otros, a la afirmación de que la explicación de la ola de delincuencia era el hambre.

El ‘fact checking’

A los moderadores tampoco les correspondería la verificación de hechos y afirmaciones (el llamado ‘fact checking’), que es extensión del supuesto rol de contradecir de forma neutral.

Este rol del moderador es polémico incluso en Estados Unidos. Antes del debate final entre Donald Trump y Hillary Clinton en 2016, Chris Wallace, de Fox News, dijo: “no es mi trabajo verificar los datos de los candidatos”, lo que provocó una “condena casi universal”.

“En la tarea más limitada de verificación de hechos, pedirles a los moderadores que tomen la miríada de decisiones editoriales instantáneas sobre cuándo y cómo intervenir es una carga increíblemente pesada, y es posible que no sean los más adecuados para ello”, dijo David Uberti, en la Revista de Periodismo de Columbia (Columbia Journalism Review).

Citado por Uberti, Alan Schroeder, profesor de periodismo de la Universidad Northeastern, dice que prefiere más las verificaciones de hechos de los medios (con posterioridad), “que confiar en que un moderador tome la decisión en tiempo real”.

He ahí la clave: hacer esto en ‘tiempo real’ y no delegárselo a una sola persona, el moderador, por ilustrado que parezca, pues no es razonable, llámese Pombo, Mompotes o Dávila.

La tecnología permite que un grupo de terceros (con el rimbombante nombre de expertos) lo hagan en tiempo real; es decir, inmediatamente se hace la afirmación.

Por ejemplo, como ya se ha hecho (tal vez Lasillavacía), se puede usar una cuenta de Twitter, que podría aparecer en la pantalla de TV dividida.

Prisa Media hizo el trabajo posterior de poner analistas a discutir el debate, aunque no produjo buenos artículos periodísticos en texto con este insumo, que increíblemente es una forma más versátil y efectiva de llegarle a los usuarios, ciudadanos o potenciales votantes, descartando lo irrelevante de sus intervenciones, y, muchas veces, haciéndolas coherentes. El texto es una forma eficiente de extractar las ideas fundamentales y permitir su búsqueda y consulta, otra de las lecciones que deja la tecnología digital.

Pero la verificación de hechos vuelve a plantear el rol del moderador, cuyo bajo perfil y casi invisibilidad es cuestionada por otros.

“(…) Estos no son tiempos normales. El discurso público en los Estados Unidos y en otros lugares ha sido contaminado por información errónea y mentiras descaradas (que han sido propagadas usando las redes sociales). La verdad objetiva se ha vuelto nebulosa, y algunos políticos, entre ellos el presidente de los Estados Unidos (en ese momento Trump), no dudarán en mentir frente a millones”, dijo León Krauze, presentador de Univisión que moderó debates en México en 2018.

La respuesta la encontró Krauze en un colega chileno que le dijo que había que interrumpir sin miedo al político si era necesario o corregirlo.

Y es que no es necesario que el moderador lo sepa todo; la tecnología y los grupos de expertos pueden nutrirlo para que haga intervenciones oportunas cuando los contradictores del candidato no lo hacen.

Manejo del tiempo

Sí es cierto, Mompotes se encargó de enunciar preguntas preparadas y controlar el tiempo, fundamental con tantos participantes, algo en lo que Pombo no fue tan efectivo solo con tres, por lo que fue criticado permanentemente por Petro. Fajardo abusó del manejo del tiempo desde el comienzo. Su capacidad de síntesis lució terrible, pues daba la impresión de que no lo volverían a dejar hablar de nuevo y pretendió decir todo en la primera intervención.

Dávila, en el debate de Semana y El Tiempo hizo intervenciones esporádicas, breves, casi monosílabos, sobre las intervenciones de los candidatos, pero muy efectivas, incluso divertidas.

El manejo del tiempo también es un tema polémico en todas partes, en particular en Estados Unidos, tanto así que algunos creen que es el punto fundamental para mejorar los debates.

Jesse Richman, profesor asociado de ciencias políticas y geografía en la Universidad Old Dominion, por ejemplo, sugirió en una columna de opinión en ‘ el periódico The Washington Post’ del 2015, palabras más palabras menos, que cada candidato entrara con un tiempo total al debate, algo así como un saldo en una cuenta, y él decidiría cómo usarlo, o en una sola intervención o en varias.

“La elección de cuándo utilizar ese tiempo para hablar quedará a discreción del candidato. Como resultado, los candidatos tendrán un incentivo para usar su tiempo de manera más inteligente, sabiendo que podría agotarse”, dijo.

La propuesta era más audaz: ¿qué tal que cada candidato tuviera un tiempo proporcional a su posición en las encuestas y opción de ganar?

Involucramiento ciudadano

La pregunta que queda pendiente todavía, y que no es original, pues se ha planteado cientos de veces, y se la tienen que plantear también los organizadores de los próximos debates, es de qué forma se logra que los ciudadanos se inserten en la conversación, donde juega un rol de primera línea la tecnología digital, que ha sido subutilizada, probablemente a propósito, hasta ahora.

En un artículo de la publicación Fast Company, Cale Guthrie Weissman, menciona algunas experiencias mundiales.

“Una fue una idea implementada por PBS Newshour, que creó grupos privados de Facebook para que los votantes indecisos hablaran de temas antes de un debate. Luego, las preocupaciones que surgieron en esas conversaciones se utilizaron como forraje de preguntas…”, dijo.

“Otro ejemplo de participación de la audiencia fue un debate en el Reino Unido realizado en 2015 que utilizó un panel de más de 100 participantes que brindaron comentarios instantáneos sobre las preguntas que se formularon. Cada participante tenía un iPad y calificó sus opiniones sobre los temas en cuestión, lo que ayudó al equipo editorial de CNN a guiar la conversación”, agregó.

Este es un llamado a experimentar y explorar nuevas formas de utilizar la tecnología digital.

Curiosamente, algunos expertos en Estados Unidos que defienden la participación ciudadana, promueven la eliminación de las audiencias en vivo, como los autores del informe de la Universidad de Pensilvania.

En el caso del debate de Semana y El Tiempo, claramente, la que estaba presente era en su mayoría adversa a las posturas de Gustavo Petro, lo que puede poner en tela de juicio la imparcialidad de los organizadores.

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