Las palabras que se repiten con demasiada frecuencia corren el grave riesgo de ir perdiendo su sentido, como si la repetición las fuera desgastando. Pasa con frecuencia con conceptos e ideas de alguna importancia y ocurre actualmente con la “transición energética”, un concepto cuyo contenido debería ser esencialmente técnico y económico, se ha degradado por el manoseo político y mediático. Los políticos, al saber que el tema genera réditos electorales, lo incluyen en sus discursos y programas; y los medios, al sospechar un gancho que atraerá audiencia hacen lo mismo; ambos muchas veces sin el conocimiento necesario.
No se puede transitar un camino sin conocerlo, por lo mismo, no se puede acometer la transición energética sin saber lo que es y lo que no es, pues se corre el riesgo de llegar a un destino muy distinto del deseado. Las concepciones equivocadas de la transición energética impiden que la misma se pueda concretar. Algunas ideas para entender mejor la transición:
Cada país tendrá su propia transición. No hay una fórmula única de transición, ni se puede esperar que un país no productor de hidrocarburos o de carbón adopte las mismas medidas de otro que sí lo hace; ni será igual la política de un país en desarrollo, comparado con otro en vías de crecimiento. Las comparaciones simples normalmente son equivocadas y las buenas intenciones esconden muchas veces perversos resultados, completamente alejados, cuando no opuestos al fin perseguido. En el caso colombiano, pensar en importar gas contando con recursos propios seria una medida absolutamente contraria y contraproducente para una verdadera transición.
Transición no se opone a estabilidad. Se requiere de un juego de reglas estable y claro para que la transición cumpla sus objetivos. La improvisación y las medidas arbitrarias terminan siendo un gran obstáculo para la verdadera transición energética. A pesar de los discursos políticos, Colombia descendió 10 puestos, del 29 al 39 entre 2021 y 2023 en el Índice de Transición Energética del Foro Económico Mundial. Las demoras en los procesos y el nerviosismo de los inversionistas han sido determinantes para el deterioro de los indicadores.
La discusión es técnica y económica, no política. El principal motor de la transición energética es encontrar medios sostenibles de generación y consumo de la energía. Esa sostenibilidad se da no solamente por su impacto ambiental sino por su viabilidad económica. Las economías de muchos países y muchos hogares no se pueden permitir una transición impagable, de la misma manera que una familia clase media no puede cambiar su carro a gasolina por un Tesla último modelo. Por otro lado, la estabilidad, cobertura y economía de los medios convencionales de generación de energía todavía se encuentra muy por encima de los no convencionales.
Las nuevas tecnologías, incluyendo las Fuentes No Convencionales de Energía Renovable, requieren de la coexistencia de la industria extractiva. Tales tecnologías requieren no solamente de minerales que deben ser extraídos de los respectivos reservorios en el subsuelo, sino que la infraestructura necesaria para todos los proyectos sigue necesitando de acero y cemento en cuya fabricación es indispensable aún el uso de recursos no renovables. Países como Colombia tienen el derecho a seguir usando responsablemente sus recursos en beneficio de la propia transición.
Es urgente dotar de significado lógico y sensato a la expresión “transición energética”, y esto solo se logra con un debate serio y profundo sobre el cómo, el cuándo y con qué recursos. La transición requiere de menos demagogia, y más conocimiento científico y económico.
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