Por esta época, al finalizar las temporadas en Sudamérica y Europa algunos jugadores tienen conflictos con sus clubes, generalmente aquellos que no pueden terminar sus contratos de trabajo y esto les impide firmar uno nuevo con un club que sin lugar a duda les va a pagar mucho más dinero del que se ganan con el contrato vigente. Otra fuente de malestar son situaciones, como ocurrió hace poco en Colombia con el partido Jaguares de Córdoba contra Deportivo Independiente Medellín, en la que los jugadores sienten que no son escuchados. Y siempre se oye o se leen las mismas frases. Somos esclavos o si es un periodista creativo indicar que los jugadores de fútbol son los esclavos del siglo XXI.
Un profesional mayor de veinte años y menor de veintisiete jamás podrá llegar a recibir por salario lo que reciben los jugadores profesionales de fútbol; no hablo de las grandes estrellas como Messi o Cristiano Ronaldo, en Colombia en equipos eliminados hay futbolistas que reciben al mes por concepto de salario más de once salarios mínimos mensuales y que trabajan en promedio cuatro horas al día. Es cierto que la reglamentación de FIFA no permite la movilidad plena de estos trabajadores, por una parte es complicado terminar un contrato de trabajo sin justa causa, no solo por los montos a pagar a título de indemnización sino por la imposibilidad de cambiar de lugar de trabajo de manera ágil, los períodos de inscripción y las posibles sanciones deportivas a los clubes que contraten un jugador que termina su contrato de trabajo sin justa causa hacen realmente difícil para un jugador cambiar de club. También hay cláusulas de recisión excesivas que hacen imposible que un club que desee contratar los servicios de tal jugador lo pueda hacer habida cuenta del alto costo a pagar.
Si bien lo anterior puede ser un inconveniente, no se puede indicar que se trata de esclavos, lejos se encuentran los jugadores profesionales de fútbol de ser esclavos. Es cierto que desde mucho tiempo atrás los dirigentes, presidentes de algunos clubes o de las federaciones nacionales han menospreciado su trabajo y consideran que son piezas intercambiables de un gran engranaje en el que en cualquier momento se pueden remplazar sin mayores contratiempos.
La realidad no es tan dramática como indican los jugadores ni tan mezquina como pretenden algunos dirigentes; es cierto que a los jugadores no se les escucha, es cierto también que muchas veces son menospreciados, sin embargo tienen instrumentos jurídicos para solucionar alguno de esos problemas. El primero y más importante es que hoy en día FIFA, como casi cualquier juzgado del trabajo defiende y protege, en sus sentencias a los jugadores. Por otra parte, es difícil que un equipo despida a un jugador por mal que se comporte, casos mundiales como Balotelli que durante mucho tiempo hizo lo que le dio la gana sin que su club empleador lo despidiera y con el salario mensual puntualmente consignado en su cuenta. Finalmente y no menos importante, los contratos de trabajo vencen, en Colombia luego de tres años de firma en otros países tal vez en un tiempo mayor, pero siempre terminan.
Los jugadores se deben asesorar, deben conocer las características de su labor, no es solo darle patadas a una pelota, existen muy buenos expertos que los pueden ayudar para solucionar temas de ejecución y cumplimiento de los contratos de trabajo. Quejarse, decir que son esclavos o hacer lo que un atornillado dueño de asociación grita no tiene sentido
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