Es innegable el trabajo hecho por el Gobierno Nacional para adelantar a gran velocidad proyectos de transición energética, el desarrollo de la agenda ambiental y la gestión regulatoria para cumplir los compromisos multilaterales adquiridos en materia de cambio climático.
Los ministerios de Energía y Hacienda llevan tiempo trabajando para los resultados que hoy en día comparten, como si fuera una sola cartera.
Con la promulgación de la Ley 2169 de 2021 de acción climática, que generó instrumentos para lograr las metas de carbono neutralidad y disminución de emisiones de gases efecto invernadero (GEI), recibimos en el mismo año 2021 dos emisiones de TES verdes (merecedor del premio de Bond Awards 2022). Este bono verde logró recoger recursos para desarrollar todos los proyectos ambientales que se exigen a grito herido.
Colombia se convirtió en el primer país en América Latina en publicar el documento de taxonomía verde, como sistema de clasificación de actividades económicas y activos, e identificación de proyectos ambientales que podrán ser objeto de inversión.
Este documento es la herramienta que permite impulsar la movilización y el uso de esos recursos hacia inversiones ambientales para el cumplimiento de los compromisos del país y que generará el desarrollo de mercado de capitales llamados “verdes”.
El documento definió los usuarios de la taxonomía y determinó como objetivos ambientales para mitigación de emisiones cinco sectores: energía, construcción, gestión de residuos y captura de emisiones, suministro y tratamiento de agua, transporte, tecnologías de la información y manufacturas. Sin embargo, en un capítulo especial ubicó ganadería, agricultura y forestal como actividades de gestión del suelo para trabajar en adaptación al cambio climático, conservación de los ecosistemas y biodiversidad.
Un año que se va a recordar como el más “verde”, además por el proyecto de hidrogeno verde liderado por Ecopetrol que pretende convertir a Colombia en importante productor y exportador de este químico.
En mi opinión todo hace parte del rompecabezas y no es moda, sino una necesidad globalizada y obligación del país. Es el resultado de políticas públicas debidamente coordinadas. Pero ¿cuál es la relación de todo esto con el fracking? y ¿por qué de forma paralela se avanza con esta actividad que no es tan “verde” y es mucho menos popular?
El Proyecto Piloto de Investigación Integral Kalé, cuya viabilidad ambiental ha sido aprobada el pasado 28 de marzo por la Anla, podría eventualmente, y según los resultados, ayudar a la autosuficiencia energética, y aportar con la anhelada transición de energías fósiles a energías limpias.
Según voces autorizadas, el fracking junto con el gas, sería fundamental para el proceso de autosuficiencia y la progresiva descarbonización, sin ser necesariamente parte del rompecabezas porque la actividad de exploración y explotación de hidrocarburos continúa para mantener la autonomía. “Si no vemos, no sabemos”, y ejecutar los Proyectos Piloto permitirá la evaluación científica y ambiental de los resultados.
Desafortunadamente este tema se convierte en agenda política y será manipulado sin el contexto del proceso ya iniciado, pero desmotar al país de esta actividad “verde” será muy difícil.
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